La joroba del camello
En el principio de los tiempos cuando el mundo era nuevo, había un camello que vivía en medio del desierto. No quería trabajar, era muy pero muy perezoso. Cuando alguien le hablaba del tema solo bostezaba y nada más.
El caballo, el perro y el buey fueron a hablarle, con el yugo en el cuello y le dijeron:
–Camello, ven a trabajar como todos los demás.
–No puedo– dijo el camello, entonces ellos fueron a contárselo al hombre.
Al final del día el hombre llamó al caballo, al perro y al buey y les dijo:
–Todo es nuevo en este mundo y esa criatura del desierto parece que no puede trabajar, así que lo dejaré en paz. Entonces ustedes tres tendrán que trabajar el doble en compensación.
Los tres animales se sorprendieron y quedaron enfadados.
Al poco tiempo llegó el Creador de todo en el mundo a ver sus desiertos y se detuvo a conversar con los tres animales.
–Creador de todos los desiertos –dijo el caballo– ¿es correcto que alguien permanezca ocioso, siendo el mundo tan nuevo?
–Claro que no, –dijo el Creador.
–Bien– dijo el caballo –en medio de tu desierto hay uno de cuello largo y patas largas que no ha trabajado nada hasta el momento.
–Vaya –dijo el Creador– ¡Ese es mi camello! ¿Y qué dice al respecto?
–Sólo bosteza –dijo el perro– y no quiere hacer nada.
–Bueno, se la verá conmigo, tengan la amabilidad de esperarme.
El Creador se envolvió en su nube, cruzó el desierto y encontró al camello mirando su reflejo en una laguna, con lamentable pereza.
–Mi largo y burbujeante amigo, –dijo el Creador– ¿cómo es posible? Me han
contado que no quieres trabajar siendo el mundo tan nuevo.
El camello lo vio y bostezó. El creador se sentó a pensar en una lección para el camello, mientras éste seguía mirando su reflejo en el agua.
–Has hecho trabajar demás al perro, buey y al caballo, y todo por tu lamentable pereza –dijo el Creador con la barbilla en la mano.
Otra vez el camello bostezó.
–Yo que tú, no repetiría eso. Lo has hecho demasiadas veces. Así que ahora a trabajar.
Pero el camello volvió a bostezar una vez más, pero en cuanto lo hizo vio que su lomo, del cual estaba tan orgulloso, se hinchaba y se hinchaba formando una gran joroba combada.
–¿Has visto? –dijo el Creador– de tanto bostezar y bostezar, en vez de trabajar tienes una joroba encima.
Hoy comenzarás a trabajar.
–¿Cómo puedo trabajar? –dijo el camello- con esta joroba en el lomo.
–Tú así lo quisiste, no quisiste trabajar cuando te lo pidieron. Ahora busca a los otros tres y compórtate. Y basta de bostezar, pues si lo sigues haciendo crecerá más y más tu joroba.
Y desde entonces el camello siempre lleva su joroba; pero nunca pudo recuperar el tiempo que perdió al comienzo del mundo, y nunca aprendió a comportarse. Cuidado entonces al holgazán, porque una peor joroba puede lograr.