Cuento / Relato de: La bondad de Rut

La bondad de Rut

Yo me alegro cuando me dicen: «Vamos a la casa del Señor». Salmo 122:1 NVI

Rut despertó temprano. Sin hacer ruido, se levantó de la cama y fue a conversar con su muñeca  favorita. «Antioneta, quisiera llevarte a la iglesia, pero creo que es mejor que te quedes en casa. Es el aniversario de nuestra iglesia y nos van a dar sorpresas. A ver si te traigo alguna cosa.» 
En ese momento, entró al cuarto el papá de Rut. 
–Ah, veo que mi pequeña se ha despertado –dijo cariñosamente, dándole un fuerte abrazo. 
–Buenos días, papá –respondió Rut–. Me levanté temprano porque tengo que ir a la iglesia a ensayar con el coro, antes de la escuela dominical. 
–¡Qué bien, hija! Creo será un lindo día. Ahora, vístete. Y así lo hizo Rut. Dejó a su muñeca en una silla y se vistió con su ropa de domingo. 

LIBERTAD DE ADORAR A DIOS 

En el desayuno, su papá leyó un capítulo de la Biblia y  luego todos oraron juntos; siempre lo hacían así. Ese día les  tocó leer el Salmo 122. 
Rut memorizó la primera parte: Yo me alegro cuando me  dicen: «Vamos a la casa del Señor». 
El papá les hizo recordar que en muchos países los que  aman a Jesucristo no pueden reunirse libremente para  adorar a Dios; no hay escuelas dominicales, y muchos papás  están presos en la cárcel por creer en Jesús. 
–Hijos, nunca dejen de agradecer que en nuestro país podemos adorar a Dios libremente –dijo el papá antes de que  se levantaran de la mesa. 
Rut no lo olvidaría. A ella le encantaba ir a la escuela dominical y tenía una maestra muy buena. 

ES LINDO COMPARTIR 

El programa de aniversario fue muy bonito. La clase de Rut  ganó un premio y cada niña recibió una bolsa de caramelos.  Ahora sí, tengo algo para Antonieta, pensó Rut. 
Junto a Rut se había sentado Tito, un niño que por primera  vez asistía a la iglesia. Rut se interesó en él para que no se  sintiera solo. Le parecía que Tito estaba triste. 
–Te regalo mis caramelos –dijo, alcanzándole la bolsa, y  agregó–: Espero que te guste nuestra iglesia. 
–Gracias –dijo Tito–. ¿Por qué me regalas tus caramelos? –Es lindo compartir –le respondió Rut–. Papá dice que uno  se siente más feliz al dar que al recibir. Eso está en la Biblia.  Todos los días leemos la Biblia en casa. 
–Mi papá nunca lee la Biblia. Sólo nos pega y nos grita. 

ALEGRÍA PARA UN NIÑO TRISTE 

–Mi papá también era así –dijo Rut–, pero desde que entregó su corazón Cristo, ha cambiado. Ahora es el papá más  bueno del mundo. 
–Yo quisiera que mi papá cambie. ¿Qué puedo hacer? –Chsst, después te lo digo. No debemos conversar durante  la reunión. Eso no le gusta a mi maestra. Y siguió el hermoso programa de aniversario. Los niños  presentaron cantos y poesías y el pastor de la iglesia relató  una hermosa historia de la Biblia. 
Todos se sintieron felices al volver a sus casas; pero más  feliz que todos estaba Rut. Ella había alegrado a un niño  triste y le había contado acerca de Jesucristo. 
Al llegar a casa Rut fue a recoger a su muñeca de la silla,  y le dijo: «Antonieta, pensaba traerte unos caramelos, pero  se los di a un niño que por primera vez vino a la iglesia. No te  importa, ¿verdad que sí?» Claro que no le importaba; era sólo una muñeca.  

EL DÍA MÁS FELIZ PARA TITO 

Tito fue silbando alegremente a su casa. Le contó a su  mamá acerca de la niña bondadosa que le había obsequiado  sus caramelos. 
–Mamita –dijo Tito–, ya sé cómo papá puede cambiar. Me  lo contó esa niña. Jesús cambió al papá de ella. Él ya no les  pega ni les grita. Yo quisiera tener un papá así. 
¿Sabes qué? Tito siguió asistiendo a la iglesia. Con el tiempo  su mamá y su papá lo acompañaron. El día en que ellos entregaron su corazón a Cristo fue el más feliz para Tito.  
Ahora Tito tiene un papá y una mamá cambiados por el  poder de Dios. ¡Todo comenzó cuando una niña bondadosa  compartió sus caramelos con un niño triste!

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