El mejor regalo para mamá
«Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.» Juan 8:32 nvi
NO PODÍA DORMIR
Era el Día de la Madre. Juan Carlos y su hermanita Marlene corrieron a llenar de besos a su mamá Berta.
–¡Feliz día, mamita linda! –dijo Marlene–. Juan Carlos y yo hemos ahorrado todas las monedas del recreo en la escuela y te hemos comprado una sorpresa.
–¿Qué será? –preguntó mamá Berta, abriendo el lindo paquete que le entregó Marlene. Era un lindo florero de cristal.
–¡Gracias, hijos! –dijo mamá Berta–. ¡Qué lindo regalo! Todos estaban contentos y felices.
SE ROMPE EL FLORERO
Pasó el tiempo, y en uno de esos días lluviosos, en que el cielo se pone gris y nublado, Juan Carlos estaba muy aburrido. No podía salir al patio a jugar con su linda pelota de colores, así que decidió
jugar con la pelota dentro de la casa.
Una patada por aquí, otra por allá. ¡Qué divertido! Desde la cocina lo llamó su mamá:
–Juan Carlos, no juegues con la pelota dentro de la casa. Puedes romper algo. A pesar de la advertencia, Juan Carlos siguió jugando. De pronto, la pelota cayó junto al florero que mamá Berta había recibido en el Día de la Madre. Dio un rebote, y… ¡PUM! ¡CRAC! ¡Se rompió el florero!
JUAN CARLOS ESCONDE LOS PEDAZOS
«¡Oh! –dijo Juan Carlos agarrándose la frente–. ¿Qué haré? No puedo avisar esto a mamá. ¡No, eso nunca! Ella se pondría triste y yo no quiero ver triste a mi mamita.»
Entonces pensó en esconder los pedazos debajo del sillón. Allí, nadie los vería. Apenas Juan Carlos terminó de esconder los, entró mamá Berta.
–Hijito, ¿Qué fue ese ruido? –le preguntó.
–¿Cuál ruido? No lo sé. Tal vez mi hermanita se cayó. Pero eso no era verdad.
NADIE SE VA A ENTERAR
Juan Carlos estaba tan preocupado que ni siquiera pudo cenar. Si mamá se entera, se pondrá muy triste, pensaba. ¡No, ella jamás se va a enterar!
Luego pensó en Marlene. Si supiera que yo rompí el regalo que con tanto esfuerzo compramos, ella lloraría.
Juan Carlos podía imaginar a su hermanita llorando desconsoladamente. Estaba más decidido. ¡Nadie debía enterarse del florero roto!
Llegó la noche. Había pasado la lluvia y en el cielo brillaba la blanca y hermosa luna. También había millones de estrellas. Todo estaba tranquilo. Sólo se oía a los grillos violinistas tocan do sus canciones. Todo estaba tranquilo, menos Juan Carlos.
El muchacho no podía dormir. Sólo pensaba en el florero roto. ¡Ya le dolía la cabeza de tanto pensar! Unas gordas lágrimas corrieron por sus mejillas. ¡Estaba llorando!
LA VERDAD LOS HARÁ LIBRES
Bajó de la cama y se puso de rodillas. Juntó sus manos en oración y le contó al amado Señor Jesús toda la historia. Luego abrió su Biblia y leyó un versículo:
«Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.»
Estaba leyendo el Evangelio según Juan, capítulo 8, versículo 32.
«¡Viva! Ya encontré la solución», dijo, saltando de alegría. Secó sus lágrimas y fue a buscar a mamá Berta y a Marlene.
–Mamita linda, hermana querida, tengo algo que decirles –dijo Juan Carlos muy despacito–. Yo… pues, yo… rompí… el florero.
Le temblaban las rodillas mientras hablaba. Luego de decir la verdad, cerró los ojos, esperando lo peor. Pero sólo escuchó la dulce voz de su mamá:
–Ya lo sabíamos, hijito. Nada se puede esconder por mucho tiempo. Marlene y yo vimos los pedazos rotos debajo del sillón. Sólo esperábamos que tú seas valiente y nos digas la verdad.
PERDÓN PARA JUAN CARLOS
–Te perdonamos, Juan Carlos –dijo su hermanita Marlene–. Me gusta tener un hermano valiente, que dice la verdad. Los tres se dieron un gran abrazo. ¡Qué felicidad!
–Hijo –dijo mamá Berta–. Lo más importante no es tener un lindo florero, sino saber que mi hijo quiere hablar la verdad. Ese es el mejor regalo para cualquier mamá.
HABLA LA VERDAD
Así como Juan Carlos, tú puedes aprender que no hay nada que se pueda esconder por mucho tiempo. Sólo la verdad puede hacernos libre de las mentiras.
Una mentira es como una soga muy fuerte, que nos amarra y pone tristes. Al decir la verdad, rompemos esa soga y, ¡podemos volver a ser felices! Habla siempre la verdad. Sonia