Ladrillo por ladrillo
Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo. Efesios 6:1 nvi
Carlos no quería hacerlo. ¿Qué? No quería recoger su ropa que estaba tirada en el piso. Una media sucia por aquí, otra media sucia por allá, un pantalón debajo de la cama, una camisa sobre la silla…
Mamá tiene razón. Esto es un gran desorden, pero no quiero recoger mi ropa. ¡Nunca, nunca! No creo que Dios espere que un niño como yo recoja su ropa, pensó Carlos.
Para Carlos era difícil poner las cosas en su lugar, aunque sabía que su deber era obedecer a su mamá. Él había aprendido un texto de la Biblia que dice: «Hijos, obedezcan en el Señor a sus padres, porque esto es justo.»
QUERÍA Y NO QUERÍA
Mientras Carlos miraba su ropa tirada en el piso, su mamá lo llamó, preguntando si había terminado de ordenar la ropa.
Carlos sintió ganas de llorar. Quería obedecer a su mamá, pero no estaba con ánimo de meterse debajo de la cama para sacar su pantalón, ni quería llevar sus medias sucias a la canasta donde toda la familia ponía la ropa para lavar.
«¡No puedo recoger mis cosas!» dijo Carlos, lloriqueando en voz baja. Lo que debería haber dicho es: «¡No quiero!» Esa era la pura verdad.
EL MONTÓN DE LADRILLOS
Dejando las cosas tiradas, salió a la calle. Allí vio a unos albañiles que estaban construyendo una casa. –¡Hola! –les saludó Carlos–. ¿Ya están comenzando a poner los ladrillos?
–Sí –le contestó uno de ellos–. Primero un ladrillo, luego otro, y otro, y otro hasta terminar.
Carlos miró el montón de ladrillos que estaba en el suelo. Parecía una montaña de ladrillos.
–Me parece que nunca van a terminar de colocar tantos ladrillos –comentó Carlos.
–Oh, sí –afirmó el albañil–. Los voy poniendo uno por uno en su lugar. Cuando menos lo siento, el pequeño trabajo, BIEN hecho, se convierte en un gran trabajo BIEN terminado.
HACERLO UNO POR UNO
Carlos sonrió y pensó en el pantalón que estaba tirado debajo de la cama y en las medias sucias.
–Bien, así vamos. Yo también tengo un trabajo que hacer. –¡Qué bueno! –le dijo el albañil–. Recuerda que hay que colocar «ladrillo por ladrillo».
–Eso es lo que voy a hacer –respondió Carlos y corrió a su casa para ordenar sus cosas.
Carlos rápidamente recogió su ropa y la puso en su lugar. Al poco rato, su mamá lo volvió a llamar, preguntando si había terminado.
–Sí, mamá –respondió Carlos–. Lo he hecho «ladrillo por ladrillo».
UN LADRILLO A LA VEZ
Desde ese día, Carlos hizo las cosas «ladrillo por ladrillo». El Señor Jesús lo ayudó a ser obediente.
Su mamá se dio cuenta de que Carlos ya era más obediente y le preguntó qué había pasado.
–Ahora hago las cosas «ladrillo por ladrillo» –dijo Carlos y le explicó lo que había aprendido del albañil.
ALGO PARA TODA LA FAMILIA
A la mamá de Carlos le pareció muy buena la idea. A veces ella no tenía ganas de hacer los deberes del hogar. Se can saba de cocinar todos los días, de lavar y planchar la ropa, de hacer la limpieza. Ella decidió hacer sus deberes «ladrillo por ladrillo».
Carlos le contó también a su papá lo que le había enseñado el albañil.
–Buena idea –dijo el papá–. Creo que yo también voy a hacer así mi trabajo.
Pronto toda la familia hizo sus deberes «ladrillo por ladrillo».
Un pequeño trabajo BIEN hecho, se convirtió en un gran trabajo BIEN terminado.
¿Lo mejor de todo? El papá, la mamá, Carlos, y sus herma nos fueron más felices cuando cada uno cumplía sus deberes «ladrillo por ladrillo».
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