Maritza y el hombre del teléfono
Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos. Hechos 1:8 NVI
Maritza iba saltando y cantando por el camino. Era como si tenía en su corazón una maquinita de gozo. ¡Estaba súper feliz!
¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba tan contenta?
En la ciudad donde vivía Maritza se llevaba a cabo una gran campaña evangélica y casi toda la ciudad
se había puesto en movimiento para escuchar la música y la predicación. Por radio y televisión pasaban anuncios acerca de las reuniones y los jóvenes de la iglesia repartían
volantes para invitar a la gente. La entrada era libre y el coliseo donde se hacían las reuniones se llenaba cada noche.
MARITZA Y LA CAMPAÑA
Maritza también fue a las reuniones y encontró allí una gran felicidad. ¿Qué pasó? Ella recibió a Cristo en su corazón. Quería contar a todos acerca del amor de Dios.
Al subir con sus padres al ómnibus que los llevaría a casa, decidió sentarse en el asiento del fondo y hablarle de Cristo a la persona que se sentara a su lado. Pero había pocos pasajeros y nadie se sentó junto a Maritza.
¡Qué tristeza sintió nuestra amiguita! Ella tenía muchos deseo de contar a otros acerca de su nueva felicidad. ¿Cómo podría hacerlo?
UN NÚMERO INVENTADO
Al llegar a casa Maritza tuvo una idea. Fue al teléfono y marcó un número inventado, las cifras 304 8765. Rín… rín… rín… hasta diez veces dejó sonar el aparato. Pensó que nadie había en casa; pero al fin alguien contestó. «¿Quién molesta?» preguntó una voz de hombre en tono enojado.
Maritza se asustó y no supo qué decir. Sólo se le ocurrió cantar un coro que había aprendido en la campaña. Con voz dulce y suave entonó: Jesús es mi Salvador. ¡Qué feliz estoy!
Jesús es mi Salvador. Feliz al cielo voy. Para ti también es el amor del Señor.
Jesús quiere ser hoy y siempre tu Salvador.
«CANTA DE NUEVO»
Cuando Maritza terminó de cantar, el hombre del teléfono le pidió que volviera a entonar la canción,
para que su esposa también la escuchara. Nuevamente Maritza cantó ese lindo coro. Luego invitó al hombre y a su esposa a la campaña. Les dijo dónde los esperaría y qué ropa llevaría puesta, para que la
pudieran reconocer. La noche siguiente, el hombre del teléfono y su esposa fueron a la campaña. Maritza los saludó con una gran sonrisa. Noche tras noche sus invitados asistieron a las reuniones. Escucharon atenta mente el mensaje del evangelio y recibieron a Cristo como su Señor y Salvador.
YA NO QUERÍAN VIVIR
El hombre del teléfono le contó a Maritza lo que él y su esposa habían pensado hacer la noche cuando ella llamó por teléfono. Tenían serios problemas y ya no tenían ganas de vivir. Pensaban que nadie podría ayudarlos a solucionar sus dificultades. «Es mejor morir que vivir», le había dicho el hombre a su esposa.
Fue en ese momento que Maritza marcó el número que había inventado y cantó para ellos el coro acerca de Jesús. «Tal vez Dios nos pueda ayudar», dijeron ellos. Cuando Maritza los invitó a la campaña decidieron asistir.
LAS COSAS CAMBIARON
Desde esa noche las cosas cambiaron. El gozo de Cristo los llenó y deseaban contarles a otros acerca de su felicidad. La señora agradeció a Maritza y le dio un fuerte abrazo. –No me agradezca a mí –dijo Maritza–. Demos gracias al Señor Jesús.
–Sí, demos gracias a Jesús –dijo el hombre del teléfono. ¡Y eso hicieron!
TÚ TAMBIÉN PUEDES TESTIFICAR
¡Qué bueno es contar a otros acerca del Señor Jesús! Tú también puedes hacerlo. Jesús prometió darnos el poder del Espíritu Santo para que seamos testigos de su amor. Lee Hechos 1:8 y medita en la promesa de Jesús.