Historia de Benjamín Franklin y el silbato
No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al SEÑOR y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Proverbios 3:7,8 NVI
Benjamín Franklin llevaba siempre un silbato en el bolsillo. El silbato estaba gastado por el uso; pero no quería cambiarlo por otro. Ese silbato le recordaba que debía ser prudente. Nunca se había olvidado la lección que aprendió de niño, cuando cumplió siete años. El día de su cumpleaños, sus parientes y amigos le llenaron los bolsillos con monedas de cobre. Lo primero que hizo fue correr a la tienda para ver qué cosas podía comprar.
LA COMPRA DEL SILBATO
Camino a la tienda se encontró con un niño que tenía un silbato en la mano. De vez en cuando lo
llevaba a la boca y producía unos sonidos muy agudos. –Te doy todas mis monedas de cobre si me das el silbato –le dijo Benjamín.
–Trato hecho –le respondió el niño, que tomó las monedas y le dio el silbato.
Muy satisfecho por su compra Benjamín fue a la casa, silbando con su pequeño instrumento. Se sentía feliz por su compra, creyéndose un muy buen músico.
CUATRO VECES MÁS
–¿Cuánto te costó ese silbato? –le preguntaron sus herma nos y sus primos.
–Lo compré con mis monedas de cobre –dijo Benjamín. Cuando él les contó que el silbato le había costado todas sus monedas, lo miraron sorprendidos.
–Has pagado por lo menos cuatro veces más del valor del silbato –le dijo su hermano mayor–. ¿Quién te lo vendió? –Un niño en la calle –respondió Benjamín.
Como no conocía al niño que le había vendido el silbato, no había nada que hacer; el negocio ya estaba hecho. Triste y desanimado, Benjamín fue a sentarse a un rincón para estar solo. Se puso a pensar en todas las cosas que habría podido comprar con el dinero que gastó en el silbato. –Malgasté mi dinero –dijo, arrepentido–. ¡Qué mal negocio hice!
UNA GRAN LECCIÓN
Sus hermanos y sus primos se rieron de él hasta hacerlo llorar. El cumpleaños que había comenzado bien, terminó muy mal. Pero Benjamín aprendió una lección que le sirvió toda su vida. ¡Nunca hay que pagar demasiado dinero por un silbato ni por ninguna otra cosa! Benjamín fue uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América. Han pasado trescientos años desde que hizo el mal negocio. Lo que aprendió por la mala experiencia del silbato le ayudó a ser un hombre sabio y prudente.
Pensaba antes de actuar. En vez de malgastar su dinero, lo ahorraba. Usaba bien su tiempo y cuidaba de su salud. Benjamín Franklin fue científico e inventor. Uno de sus inventos fue el pararrayos. Busca su nombre en internet si te interesa leer acerca de su vida y sus otros inventos.
CULTIVÓ TRECE VIRTUDES
A los veinte años de edad hizo una lista de trece virtudes que buscó cultivar, entre ellas diligencia: ocuparse siempre en algo útil; justicia: no lastimar a nadie; orden: mantener todo en su sitio; humildad: imitar a Jesús y a Sócrates.
La más grande de las virtudes es seguir lo que nos aconseja el sabio rey Salomón: «No seas sabio en tu propia opinión. Teme al SEÑOR y huye del mal.»
También nos dice: «Confía en el SEÑOR de todo corazón, y no en tu propia inteligencia» (Proverbios 3:5). Temer a Dios no significa tenerle miedo; más bien, quiere decir respetar y honrar al Señor. Confiar en Dios te hará fuerte en cuerpo, alma y espíritu.
SÉ PRUDENTE
Pide a Dios que te ayude a ser prudente y sensato; un niño o una niña que sepa distinguir entre lo bueno y lo malo. Si recibes algún dinero, no lo malgastes en algo que te impresiona, pero que sólo usarás un momento.
Nunca des todo tu dinero ni todo tu tiempo por un simple «silbato».