Orfeo y Eurídice
En la antigua Grecia, se cuenta que vivió un joven tan hermoso que se creía hijo de Apolo, dios del bien y de la belleza por lo que también regía la música y la poesía. Orfeo era poeta y ;sabia tocar la lira maravillosamente. Hasta las mismas fieras, al oír las melodías, sumisas y mansas se echaban para escucharlo.
En su juventud, Orfeo acompañó a los argonautas en un viaje marítimo que emprendió para buscar el Vellocino de Oro. Se dice que la melodía de su lira hacía enmudecer a las mismas sirenas, quienes guardaban respetuoso silencio al paso de la embarcación, y escuchaban la dulzura de su canto.
Durante el tiempo que duró la travesía, Orfeo ofrecía su música a sus compañeros de aventuras, quienes lo consideraban un joven amable gentil. Al llegar a la caverna en donde se encontraba el Vellocino, la música de Orfeo adormeció al dragón que lo cuidaba, y de esta manera lograron entre todos rescatar el Vellocino de sus garras.
A Orfeo le gustaba la vida en los bosques, entre los arroyos. Se sentaba a la sombra de los árboles y hacía estremecer la misma Tierra. Las flores brotaban a su paso y los pájaros también escuchaban la dulzura de su música.
Un día, en medio del arroyo, apareció una ninfa tan hermosa como dulce y sencilla, llamada Eurídice. Orfeo quedó cautivado por la hermosura de la joven. A partir de ese momento, la imagen de Eurídice, lo acompañó día y noche. La ninfa quedó también impresionada por la belleza y el arte de Orfeo y se sorprendió al darse cuenta que al pronunciar el nombre del poeta, su corazón latía apresuradamente.
Orfeo, con permiso del dios supremo, Zeus, buscó a Eurídice para pedirle que fuera su esposa. Ella accedió con gran alegría. Se casaron, pero cuando apenas comenzaban su romance ocurrió una horrible tragedia. Aristeo, envidioso, decidió enamorar a Eurídice, y comenzó a buscarla constantemente. Un día, la ninfa huía de Aristeo por los matorrales, y la mala fortuna hizo que una serpiente venenosa la mordiera en el tobillo. Así, Eurídice cayó muerta al instante.
Orfeo enloqueció de dolor y al darse cuenta que no podía soportar tanta tristeza, decidió ir a buscarla a los infiernos. En él, se encontró con Caronte, barquero que lleva las almas donde Hades, por su canto melodioso lo dejó pasar y de esta manera fue sometiendo a las distintas bestias. Frente a Hades, dios de las tinieblas y de las profundidades, Orfeo se atrevió a pedirle, que le devolviera a su esposa. Era tanta su pena, que Hades le concedió el favor, gracias a las súplicas de su esposa Perséfone, diosa de los infiernos. Sin embargo, le advirtió a Orfeo que tenía permiso para entrar en su reino y buscar a su amada; pero con una condición: no podía voltear a verla hasta que se encontraran fuera de las oscuras profundidades. El trayecto tendría que ser en silencio y sin protestas.
Orfeo escuchó la orden de Hades y se internó, con su lira en la mano, en el reino de las sombras tanteando entre las rocas; en la más profunda oscuridad, encontró a Eurídice y le pidió que lo siguiera. Ella, temblorosa e incapaz de hablar, lo siguió como su sombra, sin hacer el menor ruido mientras se deslizaba a sus espaldas.
Al aproximarse a la superficie de la tierra, entró un rayo de luz. Orfeo, desesperado por ver su hermoso rostro, volteó sin recordar la advertencia de Hades. En ese mismo instante Eurídice se desvaneció, precipitándose al abismo. Esta vez para siempre. Orfeo huyó al bosque solo, profundamente apesadumbrado. Dejó de tocar su lira y la poesía no fluyó más de sus labios.
Adaptación de un mito griego