Cuento: Las focas 🦭 - Comprension lectora 5to grado

Las focas 

–¿Sabes tú –me preguntó un día un  viejo pastor de Islandia– la razón por la cual  escogí criar ovejas a pesar de pertenecer a  una familia de marinos? No, veo que tú no  sabes nada.  

Pues bien, voy a contártela: porque  las focas me dan miedo. Pues sí, no te  sorprendas, así es. Tú crees que las focas  son como los demás animales, pero te  equivocas, porque sus ancestros fueron  hombres. Realmente: hombres como tú y  yo. Y las hembras eran mujeres, claro está,  y a menudo muy bellas. 

¿Qué cómo lo sé? Porque mi padre me  lo contó; y a él se lo había dicho su padre,  y así hasta llegar a los tiempos en que todo el mundo vivía desnudo en los huecos de  las rocas. ¿Qué pasó? ¡No tengo ni la menor  ¡dea! En todo caso, parece ser que hubo unos  hombres que, después de haber cometido  sin duda actos bastante ruines, se echaron  un día al mar para ahogarse. Pero la mar es  parecida a la humanidad: únicamente se  ha vuelto maligna con el paso de los siglos.  En esa época se portaba bien y en vez dejar  ahogar a un personal tan distinguido, lo  convirtió en focas. Así fue como nació esa  especie. Ni más ni menos. 

Pero hay algo que tampoco sabes, y es  que las focas pueden recuperar su forma  humana una vez al año, en la Noche de  Reyes. A la hora del crepúsculo vienen hasta la costa, se quitan la piel como cuando tú  te quitas el impermeable, la dejan en la  playa o la cuelgan de las rocas y quedan de  nuevo convertidas en mujeres u hombres  hasta que despunta el día. Sobra decirte que  aprovechan la ocasión para divertirse y que  generalmente pasan la noche bailando. 

Ahora bien: una noche sucedió que Olaf,  un muchacho de una aldea vecina, pasó por  allí. Se incorporó al grupo y bailó durante  horas con una muchacha muy bella, de la  cual quedó enamorado. 

–Quiero casarme contigo –le dijo. Mas la chica le explicó de dónde venía  y le anunció que antes del alba tenía que  volver a tomar su piel de foca y regresar al  mar por un año. El muchacho, que estaba  realmente muy prendado, se alejó del lugar  para regresar a la aldea; dio un rodeo, se  deslizó por entre las rocas, robó la piel de  la muchacha y se la llevó a su casa para  guardarla en un cofre, cuya llave escondió. Al alba, cuando todas las focas volvieron  al mar, sólo quedó la jovencita, llorando  porque no encontraba su piel. En cambio,  encontró a Olaf, quien le dijo: 

–Sólo tienes que casarte conmigo, y te  juro que sabré hacerte feliz y que acabarás  por olvidar tu vida marina. 

¿Qué otra cosa hubiera podido hacer?  La joven, cuyo nombre era Helga, se casó  con Olaf y le dio tres hermosos niños. Como  nunca volvió a hablar de las focas, ni siquiera  del mar, a Olaf no se le ocurrió que pudiera  tener deseos de volver a ver a sus antiguas  compañeras, así que pronto dejó de pensar  en el pasado. Mas no hay nada que logre  matar al instinto; el llamado de las inmensas  extensiones marinas es terrible para aquéllos  que han recorrido el océano. 

Un día en que Olaf había salido sin  llevarse la llave del cofre, encontró a su  regreso a los tres niños solos, a quienes su  madre había abandonado. Al ver el cofre vacío, comprendió que jamás volvería a ver  a su esposa. 

 Los años pasaron y un día los habitantes  de la costa organizaron una gran cacería  de focas. Mataron centenares. Una vez  concluida la carnicería, se sentaron a la  mesa y celebraron durante dos días y dos  noches. 

Al término de la segunda noche, de  pronto, en medio de la inmensa sala  en donde se encontraban reunidos los  comensales, apareció un gnomo de una  espantosa fealdad. Se hizo silencio. 

Las mujeres se desmayaron, los niños  se escondieron debajo de las mesas y los  hombres se pusieron más pálidos que los  muertos. 

El gnomo avanzó. Paticorto, balanceando  los enormes hombros, gesticulaba y lanzaba  resoplidos de vapor. 

–Los maldigo a todos –dijo–. Las focas  los ahogarán y sus cuerpos, convertidos en  rocas, serán otros tantos escollos para los  marinos. 

Lo más extraño de todo era que ese  gnomo horrible tenía una bella voz de mujer:  la voz de Helga. La predicción se cumplió. Las  focas les declararon una guerra despiadada  a los hombres de la costa. 

Ahogaron a tantos, tantos, que uno  nunca podrá llegar a enumerar los arrecifes  que forman, como una cadena, a algunos  cables de distancia de la costa. 

Y cuando el mar está picado, se oyen los  gemidos de los desgraciados, a quienes las  olas golpean sin descanso. 

Entonces, como comprenderás, las  historias de este estilo me dan miedo. Yo contemplo el mar de lejos, desde lo  alto del acantilado, y me gusta mucho más  pastorear a mis ovejas que cazar focas o  pescar en las rompientes.


Actividad

Relaciona la palabra con su significado y escribe el número en el paréntesis que corresponda.

1. Ruines             ( ) Ser fantástico, enano.
2. Resoplidos     ( ) Perteneciente a los antepasados.
3. Gnomo         ( ) Peñasco que no se descubre bien ofreciendo peligro.
4. Ancestrales     ( ) Enamorado de alguien.
5. Despuntar     ( ) Que actúan con mala intensión.
6. Escollos     ( ) Empezar a amanecer.
7. Prendado     ( ) Resuellos fuertes.

Recuerda la lectura y contesta.

1. ¿A qué se dedicaba el viejo pastor de Islandia?
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2. ¿Quiénes fueron sus antepasados de las focas, según la lectura?
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3. ¿Cómo recuperan su forma humana las focas?
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4. ¿Qué hizo Olaf para que la muchacha se quedará?
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5. ¿Cuándo comprendió Olaf que no volvería a ver a su esposa?
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6. ¿Quién era el grnomo?
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Piensa y contesta.

1. ¿Por qué crees que Helga no podía olvidar su vida marina?
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2. ¿Qué mensaje sacas de la lectura?
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Reflexiona y opina.

1. ¿Qué formas de maltrato a los animales conoces? Explica.
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2. ¿Qué opinas de las personas que maltratan a los animales?
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