La invitación de Frida
Sean bondadosos y compasivos unos con otros. Efesios 4:32 NVI
Frida mostró a su amiga una linda tarjeta que había hecho para su mamá. Pero en ese momento sopló un viento fuerte y, sin que Frida se diera cuenta, ¡voló la tarjeta!
–¡Qué pena! –dijo Dina–. El viento se llevó la tarjeta y ahora está en el jardín de doña Renegona.
–Doña Renegona, ¡qué nombre más raro!
–Ese no es su nombre. Todos los niños del barrio le decimos así por que siempre está enojada. Ahora has perdido tu tarjeta para siempre –dijo Dina–. Nadie se atreve a entrar al jardín de doña Renegona.
–Yo sólo voy a abrir la puertita para sacar mi tarjeta.
–No lo hagas. ¿Quién sabe lo que te hará doña Renegona?
PROPIEDAD PRIVADA
Frida no se intimidó, sino que con mucho cuidado entró al jardín Doña Consuelo se sentía muy sola y abandonada; por eso renegaba. Frida, una niña bondadosa, le trajo «consuelo»; así doña Consuelo pudo sonreír.
–¿Cómo lo vas a hacer? Ni siquiera puedes entrar a tocar la puerta de la casa.
–Voy a orar que Dios me dé una idea –dijo Frida.
A la mañana siguiente Frida ya sabía lo que iba a hacer y se lo contó a su amiga.
–Pienso hacer una tarjeta para doña Renegona. Va a ser una invitación para que el domingo vaya a la iglesia. Lo malo es que no sé cómo se llama.
–Yo lo sé –dijo Dina–. Se llama Consuelo Pérez. No podrás entregarle la tarjeta.
–Tendré que orar y pedirle a Dios que me ayude.
Cuando Frida volvió a entrar por la puertita del jardín de doña Consuelo, de nuevo ella gritó: –¿Quién se atreve a entrar en mi propiedad? Si no sales llamaré a la policía. Quiero estar en paz. Para sacar su tarjeta. Al instante se abrió una ventana y se oyó una voz enojadísima que gritó: –¿Qué estás haciendo en mi jardín? Esta es propiedad privada. ¡Sal inmediatamente!
–Pero sólo quiero sacar mi tarjeta… –comenzó Frida. –Nada de peros. Todos los niños me arman líos. ¡Vete! Frida salió corriendo, muerta de miedo. Grandes lágrimas corrían por sus mejillas.
–Ahora, ¿Qué hago? Tendré que hacer otra tarjeta. Tanto trabajo, y en vano.
–Ya te lo dije; perdiste la tarjeta –dijo Dina.
FRIDA SIENTE COMPASIÓN
Las niñas caminaron en silencio, hasta que Frida dijo: –Siento tristeza por doña Renegona, o lo que se llame. –¡Tristeza! ¿Por ella? ¡No lo puedo creer! –exclamó Dina. –Me imagino que reniega porque se siente muy triste. Seguramente no sabe que Dios la ama.
–Quizá; pero qué nos importa.
–A mí me importa –dijo Frida–. Quisiera contarle acerca del Señor Jesús. Si ella conociera a Cristo sin duda fuera buena.
UNA TARJETA CAMBIÓ TODO
Frida no se desanimó. Aunque temblaba de miedo, se que dó parada, orando en su corazón.
–Señora –dijo Frida–, sólo vine a decirle que quisiera que usted sea mi amiga. Quiero decirle que Dios la ama, y por eso yo la amo. Le traigo una tarjeta de invitación.
–Niña linda –dijo doña Renegona con lágrimas en los ojos–. Desde que murió mi hija nadie se ha preocupado de mí. Vivo sola y triste. Nunca pensé que yo le importara a Dios. –Sí, señora, y por eso yo quiero ser su amiga.
Desde ese día, todo cambió. Doña Consuelo aceptó la invitación de Frida y fue a la iglesia. Allí escuchó acerca del amor de Dios y entregó su vida a Cristo. Los niños nunca más le dijeron doña Renegona porque ella cambió, y se convirtió en la mujer más amable del barrio. Todo, gracias a una pequeña invitación de una niña.
SÉ BONDADOSO
Tal vez conoces a alguien que vive solo y triste y que reniega mucho. Háblale de Cristo e invítalo a la iglesia. Muchas personas se sienten solas y abandonadas porque no saben que Dios las ama. Hoy mismo, ¡cuéntales del amor de Dios!