El sueño de la ñusta
Transcurría el siglo XIV cuando uno de los mayores imperios amerindios dominaba la región del Cuzco. Era el Imperio Incaico, que se extendía desde el norte de Ecuador hasta el centro de Chile.
Se cuenta que el Hijo del Sol, un príncipe Inca muy joven, padecía terribles dolores en sus articulaciones. Pese a la intervención de los "chamanes", nada podía calmarlo.
El muchacho gritaba de dolor y apenas podía caminar. Toda su persona era la imagen del sufrimiento.
La enfermedad del príncipe preocupaba al imperio y las noticias acerca de su evolución recorrían el país. Le habían aplicado "pomada de choique", una preparación obtenida de los huesos del ñandú, pero sin resultados.
Habían sido lanzados al cielo todos los ruegos posibles para que el joven Inca mejorase. Ya perdían sus esperanzas; cuando una ñusta, princesa de sangre real, tuvo un sueño premonitorio.
Ella vio un lugar hermoso de aguas calientes, donde el joven Inca sumergía sus doloridos miembros y milagrosamente se curaba.
La ñusta había dicho que el lugar estaba al norte del imperio, entonces la comitiva real y el príncipe comenzaron su largo recorrido. Atravesaron cumbres y valles. Marcharon por la árida puna. El cansancio y la desesperanza los invadió. No encontraban el lugar indicado.
Sin embargo, una mañana divisaron un bello lugar entre las montañas ferrosas. Por debajo corrían aguas y se veían cavernosas paredes con estalactitas. ¡Habían llegado al sitio soñado por la princesa!
Al inspeccionar el lugar los ayudantes reales advirtieron que para descender a las aguas había que atravesar un insalvable abismo.
Felizmente encontraron un imponente puente natural de roca amarillenta. Lo atravesaron y sumergieron al príncipe en las aguas calientes que brotaban del interior de la tierra.
Al instante, el joven comenzó a mover sus piernas y brazos, y pleno de felicidad, ya curado, trepó las laderas con agilidad.
Desde entonces esa lugar se le conoce como los Baños Termales de Cajamarca, también denominado los Baños del Inca; pues, en lo sucesivo los incas lo tomaron como lugar de descanso obligatorio por lo menos una vez al año. Este lugar es uno de los atractivos naturales de nuestro país. Muchos como el príncipe Inca del relato, visitan hoy sus aguas curativas, ricas en minerales ferrosos. El sueño de la ñusta se hizo realidad y perdura en nuestros días.