Mi inolvidable maestra
Todos nosotros llevamos grabado en nuestro corazón el nombre de una profesora. En mi caso en letras de oro, tengo escrito: Eva, mi inolvidable maestra del tercer grado. Era una maestra maravillosa, capaz de sacar de nosotros los mayores valores. Un hecho me hizo descubrir que ella, además de ser una gran docente, era una gran mujer.Se acercaba el día del maestro y un grupo de madres organizó una colecta para comprar un bonito regalo. En mi casa éramos tres hermanos en edad escolar.
Mi padre había perdido su trabajo y debía realizar algunas labores eventuales, lo que podía conseguir diariamente, para poder mantenernos. En ese momento un obsequio era un lujo que nuestra pobre economía familiar no se podía permitir.
Mi maestra siempre me felicitaba por mis trabajos de dibujo, así que en una cartulina dibujé a mi maestra como una princesa y cada día le adornaba con papelitos de colores y escarcha.
El día del Maestro me desperté muy temprano envolví mi regalo y fui a la escuela. En el aula la maestra comenzó a abrir sus regalos. Con la plata de la colecta mis compañeros le habían comprado un par de zapatos y una hermosa falda. Emocionada comenzó a leer la tarjeta con los nombres de los niños que habían participado. ¡Yo no estaba!
Ella me miró, que estaba al fondo del salón con los ojos llenos de lágrimas.
La profesora Eva se acercó a mí, miró mi obra de arte y se conmovió, sus ojos se llenaron de lágrimas y dijo:
–Ninguna maestra del mundo debe haber recibido un obsequio tan hermoso. Cuando llegue a mi casa voy a ponerlo en un cuadro.
A la semana siguiente, la maestra me invitó a su casa. Cuando llegué pasamos a su escritorio. En la pared, colgado junto a su diploma, estaba mi dibujo. Al verlo, la abracé fuerte, fortísimo.
Ese día descubrí que, los obsequios caros son lindos, pero los valiosos, los que se dan con el corazón, son inolvidables.
Revista Billiken