Federico y la Biblia de una ciega
Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Salmo 119:18
B –Tengo esta Biblia que me han ajo la sombra de un majestuoso árbol, junto al camino cerca de la escuela, estaba sentada una anciana. Tenía en la falda su tesoro más querido: una Biblia. Pero ella no podía leer ese tesoro, porque era ciega.
EL DESEO DE LA ANCIANA
¿Qué hacía la anciana, sentada junto al camino, con una Biblia en su falda? Esperaba que alguien pasara por allí para que le leyera alguna de las lindas historias del libro de Dios. La anciana pensaba que tal vez alguno de los niños pudiera leerle unos versículos.
«¡Eso es todo lo que quiero!», decía ella. Repicó la campana de la escuela, y la anciana escuchó a los niños que salían con risas y juegos, y seguramente, sin tiempo para leerle a una anciana.
«¿QUIÉN PUEDE AYUDARME?»
–Por favor, ¿puede alguno de ustedes venir a ayudarme? –dijo la anciana ciega. Los niños oyeron lo que dijo la anciana pero pasaron por su lado sin hacerle caso.
–Por favor, ¿Quién puede ayudarme? –repitió la anciana–. No les quitaré mucho tiempo. Por fin alguien se acercó. Era Federico, un niño de diez años. Sus amigos lo llamaban Fico.
–¿Cuál es su problema? –le preguntó–. ¿Qué necesita? Fico no tenía muchas ganas de dejar a sus compañeros de juego, pero algo lo hizo acercarse a la anciana. Aunque tenía hambre y deseaba llegar pronto a su casa para comer, decidió ayudarla.
LA BIBLIA DE LA ANCIANA CIEGA
–¿Sabes leer? –le preguntó la anciana.
–Sí, claro que sí –contestó Fico.
–Estoy casi ciega, y aun si tuviera la vista, no podría leer –dijo la anciana–. ¡No sé leer!
Fico la miró sorprendido, y ella continuó: regalado y quisiera saber más acerca de lo que Dios dice.
¿Podrías hacerme el favor de leerme algunas porciones? Fico aceptó. Sus compañeros ya estaban desapareciendo por el camino, pero no le importó. Leyó una parte del Evangelio según Mateo y le gustó la historia acerca del niño Jesús. Al día siguiente, cuando Fico estaba saliendo de la escuela, vio de nuevo a la anciana, sentada a la sombra del árbol, junto al camino.
Nuestro amiguito no quiso pasar de largo y se detuvo para saludarla. Cada día hizo lo mismo, y cada día le leyó la Biblia.
FEDERICO CONOCIÓ A CRISTO
Al leerle la Biblia a la anciana ciega, poco a poco Fico fue conociendo al Señor Jesús. Pronto llegó a amar a Jesucristo con todo su corazón.
A veces, otros niños, que querían saber algo de la Biblia, se quedaban a leerle a la anciana; pero casi siempre era Fico que le leía la Biblia.
Un día, cuando Fico salió de la escuela, la anciana no estaba en el lugar acostumbrado.
–Tal vez está enferma, o se ha olvidado de venir –dijo Fico. Como no sabía dónde vivía la anciana, no la pudo buscar. Y nunca más la vio.
FEDERICO AHORA ES PASTOR
Hoy, Federico es adulto, pastor de una iglesia. Nunca ha olvidado que conoció al Señor Jesús cuando se detuvo a leerle la Biblia a una anciana ciega, junto al majestuoso árbol, por el camino que iba a la escuela.
La Biblia no es cualquier libro; es la Palabra de Dios. Por medio de la Biblia llegamos a conocer al Señor Jesucristo, el Salvador del mundo.
SÉ AMABLE COMO FEDERICO
Sigue el buen ejemplo de Fico. Quizá haya un anciano o una anciana a quien puedas leerla la Biblia.
Antes de leer, haz esta oración a Dios:
«Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.»