La Biblia de María
Hace muchos años, en una montaña de Gales, Gran Bretaña, vivía una niña llamada María Jones. A ella le encantaba oír a sus padres contar historias de la Biblia.
NO TENÍA BIBLIA PROPIA
Todos los domingos, María y sus padres iban a la iglesia y escuchaban al pastor leer la Biblia. María deseaba leer la Biblia; pero no sabía leer. Aunque hubiera sabido leer, no había Biblia en su casa. En aquel tiempo las Biblias eran muy escasas, y algunas iglesias tenían sólo un ejemplar, encadenado al púlpito.
MARÍA APRENDE A LEER
Cerca de la casa de María vivía un labrador rico que tenía una Biblia. La esposa del labrador ofreció a María que podía ir a la casa de ellos a leer la Biblia. Pero primero ella tenía que aprender a leer.
Al poco tiempo María tuvo la oportunidad de asistir a una escuela que se abrió cerca de su casa. Tan pronto como aprendió a leer, todos los sábados María caminaba más de tres kilómetros a la casa del labrador para leer la Biblia.
DESEABA TENER SU PROPIA BIBLIA
María quería tener una Biblia propia y comenzó a trabajar para juntar dinero. Ayudaba a los vecinos con la limpieza y el cuidado de los niños. Salía a pastar vacas, vendía los huevos de dos gallinas que le habían regalado, llevaba agua del pozo, y remendaba ropa. En fin, María hacía cualquier cosa por ganar algo de dinero. Después de seis largos años de trabajar y ahorrar, Ma ría tenía lo suficiente para comprar una Biblia.
TUVO QUE CAMINAR LEJOS
María no podía comprar una Biblia en el pueblo donde vivía, y el lugar más cercano donde había Biblias quedaba a cuarenta kilómetros de distancia. María tuvo que caminar sola ese trecho; pero lo hizo con alegría. Su gran deseo era tener una Biblia propia. Como no quería gastar sus zapatos, caminó descalza.
NO HABÍA BIBLIAS
Al llegar a la casa del pastor que vendía Biblias, la triste noticia fue que él ya había vendido todas. María comenzó a llorar amargamente, lo cual conmovió al pastor.
–Hija –le dijo–, no te puedo negar una Biblia. Un amigo mío ha dejado un ejemplar en mi biblioteca. Voy a preguntarle si te la puedo vender. El amigo accedió, y el pastor le vendió la Biblia a María.
AL FIN TENÍA SU BIBLIA
¡Qué gozo sintió María al tener una Biblia propia en sus manos! Su corazón saltaba de alegría cuando caminó los cuarenta kilómetros de regreso a su casa.
El pastor no pudo olvidar el gran esfuerzo que había he cho María para conseguir una Biblia. Su gran deseo era que todos los niños, jóvenes y adultos tuvieran Biblias propias. Él instituyó lo que se conoce por todo el mundo como Sociedades Bíblicas, para imprimir Biblias y traducirlas a todos los idiomas posibles.
LA BIBLIA PARA TODOS
María vivió hace más de doscientos años. Gracias a ella, niños y niñas pueden tener su propia Biblia. Hoy no tenemos que trabajar seis años para ahorrar dinero suficiente para comprar una Biblia ni tenemos que caminar ochenta kilómetros para conseguir una.
Pero aún hay niños que no tienen la Biblia porque no ha sido traducida a su idioma o porque no tienen dinero suficiente para comprar una.
¿Has dado gracias a Dios por la Biblia?
¿Harías cualquier cosa por conseguir una Biblia?
Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino. Salmo 119:105, DHH