Cuento andino: EL HERMANO RICO Y EL HERMANO POBRE 🙍‍♂️🙎‍♂️

EL HERMANO RICO Y EL HERMANO POBRE


Había dos hermanos, uno pobre y otro rico. El hermano pobre iba a la casa del rico a buscar alguna comidita. En la casa del rico hacían cortar la leche para hacer quesillo. Hacían esto los sirvientes del hermano rico. El hermano pobre iba allá a tomar el suero, lo que sobraba. Viendo esto, dijo el hermano rico a los sirvientes, delante de su hermano pobre: “Este suero sirvan a los perros”. El hermano pobre se entristeció. Y dijo: “Ah, así todavía dice”. Formando sentimiento se fue a su casa. “Esto ha pasado”, le dijo a su mujer. Agarró su hacha, su soga, su qepi y se fue a hacer leña. A su mujer le dijo: “Voy a hacer leña”.

Cuando estaba en el cerro, haciendo leña, anocheció. “¿Qué voy a hacer? ¿Me tendré que quedar esta noche en el cerro a dormir?”, dijo el hombre. Al poco rato, escuchó conversar a los cerros El, callado no más, escuchaba a los cerros. Un cerro dijo: “¿Tienes visita” y otro le contestó: “Sí hay”. Entonces, éste le preguntó al primero: “¿Tú qué cosa le vas a mandar?” Y el otro le contestó: “Yo le voy a mandar paru sara”. Este le dijo al otro: “Yo le voy a mandar almidun sara”.

El hombrecito había escuchado la conversación de los cerros y dijo: “Me regalarán paru sara y almidun sara”. Y amaneció. “Voy a irme ya, pues”, dijo. Se levantó y se acercó a su qepi. Junto ; su qepi estaba amontonado el paru sara, el almidun sara. “¡Qué rico esto que me voy a llevar!”, dijo, y lo puso todo en su qepi. Juntó la leña, la amarró, agarró su qepi y partió. Pero el qepi se iba haciendo más pesado. Como pesaba tanto, lo abrió y vio que solo había oro y plata. Como no podía llevar todo, ya que era muy pesado, enterró una parte al lado del camino y allí lo señaló.

Cuando regresó a su casa, el hombrecito le dijo a su mujer: “Esto me ha pasado, mira lo que he traído”. Y le entregó su qepi, diciéndole: “Cuando estuve viniendo, empezó a pesar mi qepi y por eso he separado una parte”. Después, el hombrecito regresó a donde había enterrado el oro y la plata y trajo el resto a su casa.

El hombrecito empezó a comprar cositas, a reparar cositas. Después, apareció su hermano, el rico, diciendo: “¿Con qué cosa se ha levantado? ¿Con qué cosa se ha vuelto rico?”. Con envidia, con rabia, hablaba. Pero el hombrecito le había contado a otras gentes: “Los cerros me han dado esto”. Y la gente le había contado al hermano rico, tal como lo había dicho su hermano. Le habían dicho de esta manera: “Dice que los cerros le han traído oro y plata”. El hermano rico dijo: “Con eso es, seguramente, rico”. Y el que le contó al hermano rico le contestó: “Con eso se ha vuelto rico”. Y el hermano rico dijo: “Pues yo también voy a ir”. Soberbio, con rabia, así dijo.


El rico fue una tarde al cerro, con su qepi. Cuando oscureció, escuchó que los cerros conversaban. Un cerro dijo: “¿Tienes visita?” Y otro dijo: “Sí hay”. El primer cerro preguntó: “¿Qué cosa le voy a mandar?” Y el otro le dijo: “Yo le voy a mandar lana. ¿Y tú?”.

Y el primer cerro dijo: “Yo le voy a mandar cuernos”. El hombre escuchaba, callado.

Cuando amaneció, el hombre se dio cuenta que tenía lana y cuernos: se había convertido en carnero. Y dijo: “¿A dónde voy a ir ahora? Ya no puedo volver a mi casa así”. En el cerro había una cueva. A esa cueva entró el carnero. De allí no más había hecho llamar a su mujer, pero a su casa no volvió. Y así, pues, todas sus pertenencias se terminaron porque se quedó a vivir en el cerro.

Es feo tener envidia

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