Cuento: La barca de oro ⛵ - Comprension lectora 6to grado

La barca de oro 

Un mendigo, que iba tocando un violín,  cae desmayado en una joyería de México.  El joyero lo atiende y lo deja reposar en un  asiento. El violín queda sobre el mostrador.  

Entra un caballero a hacer un encargo,  y se da cuenta de que aquel violín vale una  fortuna, pues procede de los Stradivarius,  grandes constructores de violines y violas  del siglo XVII.  

Aquel violín valdrá por lo menos 200,000  dólares, y el pobre mendigo lo ignora. El  caballero dice al joyero Manuel que él le pagará 20,000 dólares por el violín si consigue  comprárselo al mendigo. El joyero ve que se  trata de un gran negocio y decide engañar  al pordiosero. 

MANUEL: Pues mire usted… No suena  mal este violín. No sé si son las manos o la  calidad del instrumento. Antes, oyéndole to car a usted “La barca de oro”, se me saltaron  las lágrimas. 

MENDIGO: Es usted un joyero sentimental;  cosa rara, porque los joyeros tienen duro el  corazón como un diamante. 

MANUEL: El mío no es tan duro… y quisiera ayudarle. Una limosna de centavos no le  sacaría a usted de pobre. Pero… le compro  a usted el violín. 

MENDIGO: Tampoco la venta de este instrumento degollaría mi pobreza. Ya una vez  me ofrecieron por él setenta pesos. Era una  buena oferta, teniendo en cuenta que costó  doce pesos.  

Pero no era un buen negocio. Yo no soy un  gran músico, pero con tres cancioncillas que  he aprendido, sostengo una nieta inválida y a  mi pobre mujer que está llena de achaques.  Hay días en que gano hasta veinte pesos.  Los sábados suelo llegar a treinta. Este  violín es una finca a la que yo saco buen  rendimiento. 

MANUEL: Pero si yo le doy setecientos  pesos, por ejemplo, usted se compra otro  violín, que no le costará arriba de setenta. 

MENDIGO: Pero si yo no sé tocar más  que este violín. Ya he hecho la prueba. En él  aprendí, y en él he ido dejando mis tristezas.  Llora como mi nieta y mi mujer. No lo vendería por todo el oro del mundo. Sería como  si vendiese a mi hijo… Usted no entiende de  estas cosas. 

MANUEL: Sí entiendo. Yo soy más artista  que joyero. Soy también músico… Adoro los  clásicos. Y este violín tiene un no sé qué…  Ahora mientras usted reposaba, mirándolo  me he sentido cautivado y embrujado por  esa dos eses que hay bajo las cuerdas, y que  me parecen dos interrogaciones cargadas  de misterio. 

MENDIGO: Algo debe tener, sin duda,  cuando usted lo codicia. No parece usted  un buen comerciante. 

MANUEL: ¿Cómo? 

MENDIGO: Buen comprador, quiero decir,  el comprador nunca alaba la mercancía que  desea. 

MANUEL: Esto no es negocio… Es un  traspaso espiritual. Yo sé que no se vende a  un niño, pero en mis manos no será un esclavo, sino una joya más. Véndamelo… con las  lágrimas se lo imploro. (En esta discusión, el  joyero llega a ofrecerle diez mil pesos, cantidad insignificante comparada con los veinte  mil dólares que le dará el caballero por él). 

MENDIGO: Diez mil ya es una cifra… con  diez mil… podría realizar ciertos proyectos…  con diez mil… podría yo… 

MANUEL: No cavile más. Diez mil… y  trato hecho. 

(Va a la caja, la abre, saca el dinero y vuel ve al mostrador) Aquí tiene: diez billetes de  a mil. 

(El mendigo los toma y se los guarda). MANUEL: El violín es mío. Venga acá. MENDIGO: Déjeme usted despedirme de  

él. (Toma el violín, toca la primera parte de  La barca de oro y canta estos versos) Yo ya me voy, 

sólo vengo a despedirme… 

Adiós, mi bien, 

adiós para siempre adiós. 

(Se enternece, llora y besa el violín). MANUEL: Bueno, bueno. Ya está bien. El  violín es mío. Vaya usted con Dios.  (El mendigo abre la puerta y sale. Cuando  se cree a salvo de la vista del joyero, se quita  los lentes negros y sonríe. Avanza hacía la  calle, y a los pocos pasos se encuentra con  el caballero elegante. Lo toma del brazo y  siguen cantando). 

CABALLERO: ¿Cuánto? 

MENDIGO: Diez mil. 

(El caballero extiende la mano, recibe su  parte se la guarda y se alejan silbando la  música correspondiente a los versos de “La  barca de oro” que había cantado el ciego al  despedirse de su violín. El joyero sale a la  puerta con el violín en la mano, y viendo al  caballero con el mendigo, comienza a sospechar que ha sido objeto de un timo). MANUEL: ¡Gendarme…, Gendarme…, me  han robado…, Gendarme! 

JUGLARON: (Saliendo de la sombra). Manuel. Manuel, Manuel, 

cállate, Manuel. 

No llames al gendarme 

ni acudas ante el juez… 

Porque en esta aventura de rateros, tú eres el más ratero de los tres. 


Actividad
Recuerda la lectura y contesta.

1. ¿Por qué el joyero tuvo interés en el violín?
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2. ¿Qué le pidió el caballero al joyero Manuel?
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3. ¿Por qué el mendigo no quería vender su violín?
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4. ¿Por qué el mendigo le dice al joyero Manuel que no es buen comprador?
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5. ¿Cuál es el papel que juega el caballero elegante en esta lectura?
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Ordena secuencialmente los hechos escribiendo del 1 al 6.

( ) El joyero comienza a sospechar que ha sido objeto de una estafa.
( ) El mendigo lo piensa bastante, se queja de su pobreza; pero al final acepta.
( ) El caballero le dice al joyero Manuel que él le pagará veinte mil dólares por el violín.
( ) Tocando un violín, un mendigo cae desmayado en una joyería.
( ) El joyero ofrece diez mil pesos al mendigo por el violín.
( ) Un caballero elegante entra a la joyería y se da cuenta que el violín vale una fortuna.

Piensa y contesta.

1. ¿Por qué esta lectura es un teatro.?
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2. ¿Quién crees que es el más ratero de los tres personajes? ¿Por qué?
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3. ¿Crees que el mendigo tenía pena cuando se despidió de su violín? ¿Por qué?
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